dilluns, 19 de març del 2018

I seguiexen arribant grans microrelats

Armadura de acero y corazón de hierro


Con otro intento fallido mi frustración aumentó al igual que el miedo. Y no era por las cuerdas que me rodeaban, si no a los hombres que deseaban matar me.
Mi fuerza y mi manejo de las armas no habían servido.
¿Qué fallaba? Solo había luchado con uno.
Lo pensé pero los ojos que me miraron me acobardaron. Mis soldados habían intentado liberarme  y estaban muerto, no quería eso para mí.
El hombre empezó a acercarse a mí con una sonrisa, me agarró del cuello.
-Tu hora.
Cerré los ojos, oí un grito, al abrirlos vi al hombre con una flecha clavada, y otros más alejados. Los demás cogieron sus espadas y una lluvia de flechas fue derivando los.
Las cuerdas se aflojaron y un hombre con casco y armadura de hierro me cogió del brazo.
-Gracias -dije.
Él se quitó el casco y dejó caer una cascada de pelo, era una mujer.
-Vamos, la distracción no durará mucho tiempo.
Distracción, ingenioso.
-¿Quienes sois?
-Las guerreras.
La lluvia de flechas terminó y nos escondimos en el bosque.


Todo el reino me miró sorprendido cuando acabé de relatar hazaña. Entonces el pueblo estalló en aplausos.
                                   

                                                                                                    Rey

Simples palabras

Con buena letra escribió las siguientes palabras a la chica de la primera fila:

        Me gustas, y deseo un beso tuyo, te espero en la esquina al final de las clases.
                                                                        
                                                                                    Jorge

Dobló el simple papel y se lo pasó a su mejor amigo Diego para que lo entregara.
Al final de las clases esperó en la esquina y cuando escuchó unos pasos cerró los ojos por el nerviosismo, giró sobre sí y le plantó un beso a aquella chica. Al separarse abrió los ojos esperando sus ojos grises pero en vez de esos vió los ojos marrones de Diego.
A partir de ese día no volvió a fijarse en las chicas

                                                                                                                 Rey

Con los ojos cerrados

Con los ojos cerrados, imaginó.
Imaginó poder volar.
Imaginó poder ir a ella.
Imaginó poder verla,
hablarle y tocarla…
Abrió los ojos.
En el suelo estaba.
Lejos de ella también.
Ni la veía, ni le hablaba
y ni la tocaba...
Pero feliz estaba, de haber podido imaginarla.

                                                              Rey

Adiós

Con un tierno beso en la frente dejó el canasto que en su interior un bebé envuelto en mantas miraba a su madre por última vez.
Entre lágrimas la madre desapareció en la oscuridad y de ella no volvió a saber nada el bebé.
Meses después el niño fue adoptado.
Vivió una infancia feliz.
Entonces el pequeño creció y su interés por su madre biológica aumento.
La buscó, pero no la encontró.
Rendido, se graduó en medicina para ayudar a la gente, sobre todo a los niños.
Un día una señora llegó de urgencia.
No le quedaba mucho.
Se acercó a la camilla y la miró, no lo pudo evitar.
La señora lo atrajo a sí y le dio un tierno beso en la frente.
El chico, sorprendido, se dio cuenta de que la había encontrado.
Y de que ella no lo había abandonado.

                                                             Rey

Campo

La niña cogió la flor.
La flor era bella.
La abeja deseaba la flor.
A la niña no le gustaba la abeja.
La niña era la flor.
Y en el suelo acabó.
Porque huyó de la abeja.
La flor ya no era bella.
La niña ahora no tenía la flor.
Y la abeja no tenía a la niña.
                                            Rey

Cartas

Tenía un secreto, y ese secreto era que todas las cartas que recibían las personas que vivían en este edificio las leía yo antes.
Cuando llegaban me las llevaba a mi piso y las abría con ilusión.
Me imaginaba que eran para mí. Y cuando las leía las dejaba en un sobre nuevo. Pero un día me descubrieron. Y no volví a leer sus cartas.
Ahora siempre que me cruzo con alguien en el edificio me mira mal. Pero me da igual. Porque ahora yo tengo mis propias cartas y sé que son mejores de las que ellos tendrán nunca.

                                                                                     Rey

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